Κυριακή 18 Νοεμβρίου 2018

Sobre la mutación neoliberal de los afectos.

La era del cálculo


No cabe duda que todos los campos de la experiencia, vivimos una apoteosis del cálculo y de la lógica de la Economía: toda acción o conducta se debe dirigir al máximo beneficio posible y la disminución de los costes. Este fenómeno se observa también enn el campo de las relaciones interpersonales : las personas se comportan con la lógica de comerciante, que teme siempre dar más que lo que recibe. Si es verdad que no puede existir relación que no se base en la reciprocidad y la satisfacción mutua, también es correcto afirmar que tampoco la vida sería posible sin esta fuerza que bastantes veces empuja los sujetos a una especie de entrega a favor del cuidado del otro. Las relaciones humanas son la danza extraña entre la fuerza de la autoconservación individual y la de la comunión solidaria, que puede llegar a ver el bienestar (psíquico o físico) personal a través del bienestar del otro. Pensemos los cuidados de las madres y los padres a sus hijos, y en todas las historias del amor profundo. Cada momento en la vida aparece una tensión, que puede tener la forma de una oposición o de un equilibrio dinámico: Cuidado de sí vs cuidado del otro. La primera sin la segunda conduce al canibalismo social. La segunda sin la primera conduce a la autodestrucción masoquista. Es el equilibrio dinámico en las dos que mantiene la vida, o que hace que la vida valga la pena de ser vivida.



Pero, hoy en día, el narcisismo contemporáneo, el imperativo del crecimiento de un “yo”, exitoso y feliz tiene de devorarlo todo, y primero, el cuidado del otro. La relación entre dos personas parece más como encuentro entre dos pequeños empresarios que miden bien riesgos y ganancias bajo una cubertura de declaraciones de buena voluntad. Hasta tal punto que se podría decir que el sujeto de nuestra época no sólo es narcisista sino también paranoide. Considera, aunque la mayoría de las veces de manera inconsciente, que al otro es un rival que quiere usurpar lo que este sujeto tiene- sea bienes materiales, posición social, tiempo o afecto. El otro se ve como un interferencia al proyecto del pequeño reinado imaginario de cada uno. Siempre hay excusas perfectas para ver al otro como como un rival -sobre todo en la sociedad actual, que es una matriz de rivalidades de todo tipo. 

Hay dos fuerzas fundamentales que operan en las relaciones entre   semejantes: Identificación y Rivalidad. Amor y Odioi. Cuando dos personas se encuentran la cuestión que emerge es: “¿Qué quiere el otro de mí?” Abren entonces dos perspectivas, dos fuerzas que determinan mi actitud: la primera me empuja hacía él, porque veo que es como yo, “Insofar as I love myself, another self like myself is equally worth of love” escribe Bruce Finkii. A partir de nuestra semejanza podemos trazar el trayecto de una creación y de una historia común. Pero también hay una segunda posibilidad - la rivalidad - que me conduce a la cerradura, porque el otro está radicalmente separado de mí y nunca me podré sentir su placer o su dolor. La alteridad radical del otro me dice: ten cuidado con él. Vigila, porque te puede engañar, manipular, aprovechar de ti y hacerte daño.



La primacía actual de la rivalidad en las relaciones interpersonales, tiene resultados bastante extraños en el campo relacional y afectivo. Pasa los siguiente: Las reglas de la convivencia dictan que la rivalidad no debe desembocar en una guerra abierta ya que todo los humanos necesitamos los otros como socios, y muchas veces socios afectivos, como amigos , amantes, parejas. No sólo nadie puede vivir en una situación de antagonismo total sino que la búsqueda del contacto, el tacto y el afecto condiciona toda la vida. Así que la rivalidad se debe contener a favor de un acuerdo beneficioso. Los rivales pueden y deben pactar.



La vuelta de la lógica contractual

En este sentido, el mercado es una manera de pactar con el otro. No es sólo un campo en el que se mueve el dinero, sino también la manera de intercambiar afectos y tactos, y una manera de cuantificar los dados y recibidos. El miedo al déficit no está sólo en las oficinas de los presupuestos de los estados. Se ha establecido ya como un principio conductual, incluso antropológico: Todas las actividades se ven como un equilibrio de ingresos y gastos y los ingresos deben ser superiores a los gastos. Así que el sujeto contemporáneo ve con especial cautela la atención que dedica al otro. Y esta cautela se hace aún más evidente en cuestiones de enamoramiento. Slavok Zizek comenta que los modernos aspiran a encontrar el amor (be in love) sin nunca “caer” en él (fall in love), es decir, sin nunca perder el equilibrio de una individualidad autosuficiente. En la historia premoderna hombres y mujeres se juntaban a partir de los acuerdos de sus familias y los dictámenes de las tradiciones y las religiones. El amor romántico introdujo la idea, de una pasión que se opone a la convicciones sociales. Romeo y Julieta es el prototipo de esta pasión, como historia de dos jóvenes que se enamoran contra la voluntad de sus familias. Con el avance de la modernidad, en Occidente, la libre voluntad del individuo en cuestiones personales se hizo cada vez más indiscutible: si hay unión debe ser libre de imposiciones exteriores. Pero nuevas regulaciones aparecieron, esta vez no como imposiciones exteriores sino imperativos voluntarios. Si el estatus social o las propiedades en la era pre-moderna eran importantes porque importaban a la familia y si el amor romántico fue portavoz de un imaginario de rebelión subjetiva ante la imposición de la ley paternal -sin llegar nunca a derrotarla-, en la era post-romántica el cálculo ha cobrado peso no porque lo dice la familia sino el mismo sujeto: ahora los beneficios y los costes no los miran los padres, sino las personas directamente concernidas. El afecto y el deseo libre tienden a obedecer a una mentalidad de contable. En este perspectiva, el otro funciona como un instrumento en el trayecto del sujeto autosuficiente y solitario. Las diferentes aplicaciones digitales son una muestra evidente de esta instumentalización: el otro debe ajustarse a determinadas características (estatus socioeconómico, características físicas, intereses) para que haya coincidencia y que el encuentro pueda prosperar. La relación se ve como una inversión: no puede empezar a ciegas. La previsión del futuro es un valor por excelencia, y el “no me importa nada, sólo me importas tú” cobra la forma de una hoja de cálculo.



No es extraño que hoy en día una especie de ideología contractual domina los encuentrosiii: según esta lógica, cada persona debe relacionarse con el otro a través de acuerdos claros -ya que el mercado modela la experiencia. El acuerdo claro y mutuo se presenta como una manera de defender los derechos individuales en el marco de una relación amorosa y/o sexual. El tema es que no es fácil dejar las cosas claras cuando entra en el juego la atracción, el deseo. Demos un ejemplo de la dificultad de llegar a estos acuerdos claros: en los encuentros amorosos el deseo es asimétrico. Deseo a un hombre o a una mujer en mayor o menor medida que él/ella desea a mí. Uno de los dos teme más el rechazo que el otro. Así que uno de los dos llega a ser sujeto - de una o otra manera - al deseo del otro: acepta las exigencias del otro aunque el otro no acepte las suyas en el mismo grado. La relación es asimétrica, y la forma de esta asimetría es objeto de una constante negociación implícita entre las dos personas. No es predifinida y constante, aunque se puede cristelizar en unas pautas estandarizadas con el tiempo.



Se puede decir que lo que quiero, y lo que quiere el otro de tiene forma de un interrogante, de un movimiento indeciso y El encuentro se desarrolla de manera sutil en búsqueda de un encaje funcional. El encaje surge en la intersección entre dos deseos diferentes, intersección se construye como resultado de muchos pactos moleculares, sin plano predefinido. Para la lógica contractual, la falta de claridad, se ve como un peligro. ¡Por varias razones efectivamente lo es! Un encuentro es una construcción dinámica. Y cada construcción dinámica puede ser peligrosa porque presupone la existencia de una zona gris que puede conducir bien al acercamiento y encaje o bien al contrario -el encaje puede ser funcional o puede fracasar. El fracaso a veces toma la forma de imposición del deseo de uno sobre el otro, a no cabe duda - hay que repetirlo - que la lógica contractual es útil para proteger los individuos de posibles exigencias ilegitimas y de la imposición del mas fuerte. Es útil para evitar males mayores - especialmente situaciones de violencia. Sin embargo, esta utilidad conlleva también una problema: el contrato no solo limita las interacciones abusivas sino también condiciona las posibilidades de acercamiento, regulando el proceso que lo constituye y definiendo los sujetos implicados como personas cuyos intereses son antagónicos, y tienen la forma de un capital privado, que se debe mantener, invertir y aumentar. En este sentido lo que protege de la imposiciones ilegitimas, también puede bloquear las complicidades legítimas...



En otras palabras, la lógica de contrato impone una zona de seguridad entre los sujetos, necesaria desde el punto de vista de su libertad individual, no obstante esta zona funciona también como frontera, como zona de separación, que pretende anular los estados indefinidos. Los estados indefinidos, en los que no queda claro el deseo de cada uno, son partes constitutivas de la experiencia sexual y afectiva, porque los deseos individuales no preexisten antes de su co-articulación sino que se configuran en el proceso del encuentro. El deseo de uno se desarrolla en función del deseo del otro. Se puede decir que no hay un deseo que conduce a relación con el otro, es más bien la relación con el otro que activa o desactiva el deseo individual. Cada gesto, puede puede provocar incendios y también apagar fuegos... El encuentro es bajo construcción constante, así que lo que quiere y no quiere cada uno es objeto de una negociación verbal y no verbal continua, que tiene la forma de un flujo. Por eso, las pasiones surgen y también se degeneran muchas veces sin darse cuenta.



Efectivamente al final debe haber un deseo común, un deseo de crear una experiencia compartida. Sin embargo este deseo es siempre frágil, así que necesitamos re-afirmarlo en cada momento. En eso está la dificultad radical de los encuentros: el otro es huidizo e inconstante, en cualquier momento puede frustrar las expectativas, bien porque puede irse y abandonar el terreno de la experiencia común, bien porque, aunque se quede, lo que hace deja de gustar.  Y aquí esta el meollo de la cuestión: no hay contrato posible con el Otroiv –pocas cosas son mas inestables que la vivencia amorosa… Toda nuestra experiencia lo muestra: la indiferencia sucede encuentros apasionados. Las promesas de amor que se hicieron ayer, hoy no significan nada. El acuerdo explicito es importante como fórmula de protección ante actuaciones abusivas en un momento determinado, pero como directriz general es poco útil. No salva de la angustia de la pérdida, ya que los encuentros, cuando existen, lo hacen siempre bajo la sombra de la duda.


El intento de encontrar la “persona adecuada” siempre falla...

Toda la lógica de la economía y del neoliberalismo, que busca un mercado abierto, lleno de acuerdos contractuales y al mismo tiempo sin limites para el movimiento de personas y capitales, esta presente en la representación imperante del amor. Se comento antes el miedo al déficit: Hay que evitar las perdidas. -se buscan encuentros seguros, que puedan satisfacer pero no comporten riesgos. También hay que evitar los duelos. En la actual economía de los contactos, independientemente de si se busca el encuentro único o una acumulación de experiencias – no hay tiempo para perder en recuerdos y nostalgias. El duelo no es rentable, y por eso hay que suprimirlo lo máximo posible. Hay que agilizar los afectos y los deseos, evitar que se fijen a un objeto, hacer que circulen -como las mercancías. Primero quiero esta persona, pero quizás no tanto, quizás quiero también la otra. Si se mantiene una capacidad de amar, esta debe estar acompañada de una capacidad de des-amar rápido.



Efectivamente siempre en el mercado de los goces y de los afectos, como en el de los bienes, hay el sueño de un objeto que ofrezca satisfacción plena y la salida de eterno desplazamiento. El sueño de reposar satisfecho en algún lugar y en algún momento, y dar la búsqueda por finalizada es parte de la lógica del mercado y es lo que lo pone en movimiento. Es también parte de toda exploración vital- la vida es la búsqueda de la plenitud imposible -y por eso el mercado capitalista tiene tanto éxito, porque se acopla a la insatisfacción que es constitutiva del ser humano y la desplaza de un objeto del deseo al otro -en una navegación hacía alguna Arcadia feliz. Pero al mismo vez, el mercado -de los bienes y también el mercado de las relaciones - reprime la conciencia de que es imposible llegar a esta plenitud. Que es imposible vivir sin angustia y sin la sensación de la falta y que es necesario aceptar cierto grado de insatisfacción para salir del circuito de los constante transito de encuentros y personas. El mercado vende sueños falsos empujando al sujeto a una huida desde una producto al otro, desde una imagen a la otra. Y el amor contemporáneo sigue la misma dinámica: La insatisfacción se demoniza, conduciendo al traslado de una persona a otra. Cuando el goce rápido e idealizado habita la mentalidades, no hay reposo.



La inflación de la cantidad de estímulos -de posibles encuentros-, hace que todos parezcan intecambiables, hundiendo la persona en una situación de indecisión permanente, de duda obsesiva, en la que le parezca cada vez más imposible encontrar el Otro idealizado. Ante un mar de posibilidades, el deseo se vuelve fugaz. Y a medida que el deseo se hace fugaz, más difícil se hacer centrarse en un objeto y más desesperada se hace la búsqueda de la persona “correcta”.. Quizás eso explique que la gente que busca una pareja para “una relación estable”, descubre que le es imposible encontrar la persona adecuada con la que el movimiento de la búsqueda se podría cesar. Acostumbrados y acostumbradas de moverse siempre dudan demasiado de pararse, -pensando que “no, no ha llegado el momento”. Pero el momento no sólo ha llegado, sino también ha pasado, quizás cien veces. El mercado inmersa el amor en el perfeccionismo obsesivo. Así el movimiento desesperado en el mercado relacional sigue. Al final si se decide parar - con o sin cumplir el “objetivo” - eso se hace por el desgaste provocado por el paso del tiempo, y muchas veces con el sabor amargo de la decepción.


El acontecimiento-accidente

Afortunadamente hay accidentes: no todo afecto está atrapado por el mercado. Hay encuentros que rompen con la lógica de los cálculos. Hay momentos en los que, aunque se vea la imperfección inevitable del encuentro, el trayecto común sigue adelante. En cada situación particular siempre hay perfectas razones para dar por finalizado un encuentro y retomar la búsqueda del partenair. Siempre puede resurgir la idea que en otro lugar estaré mejor. El superyo contemporaneo dicta que “puedes y tienes que gozar más, hasta llegar a un goce perfecto”. Pero hay algo que rompe con este imperativo y permite despegarse de su dominio. Este “algo” es aquel afecto mutuo que va mas allá del imaginario de la pasión idealizada. Aquel afecto que abraza la particularidad del otro permitiendo una unión, que por ser radicalmente imperfecta -como toda creación humana-, se desvía decisivamente del Canon. Se puede entonces pensar que el amor que dure y que alivia es el que se opone a los ideales. Se puede pensar el esquema: pasión idealizada vs. afecto real. Por una parte, hay el  Canon, que es la promesa de un Otro idealizado e inexistente, que nos inmersa a una búsqueda sin sentido en el comercio de los goces y las relaciones. Es la perfección que promete el mundo de la economía neoliberal, que nunca se alcanza, y hace que cada persona desprecie lo que le caracteriza y que es su imperfección particular. Por otra parte,  es el el amor, que es la unión de dos imperfecciones particulares que confía en sí misma. Es la ruptura con el cálculo. Es la solidaridad entre dos fragilidades, que abre caminos para el goce mutuo del cuerpo y del mundo a través de la aceptación de lo real de la vida que no puede cambiar.




i Es una idea que se repite en psicoanálisis. Mi referencia concreta en este caso es el libro de Bruce Fink, “The Lacanian Subject. Between Language and Juissance”, 1995
ii Ibid, p.85
iii Sobre la ideología contractual parto del texto de Collete Soler, “Lo que Lacan dijo de las mujeres”, 2004
iv Ibid. Collete Soler





Πέμπτη 7 Ιουνίου 2018

Repetición enmascarada

                                                                       
1. política

Muchos y muchas han comentado que el nuevo gobierno de españa es progresista, intergeneracional-juvenil, femenista, prometedor. Las nuevas caras han traido esperanzas, que han llegado incluso a las personas mas escépticas. Y de esta manera, fiscales del estado y altos cargos de la Unión Europea se han visto como agentes del cambio...¿Pero los mandos de las estructuras estatales e interestatales, que están en el origen de los problemas que vivimos, pueden mutarse y cambiar algo? 

Nos guste on no, la política oficial  es un aliado de los mercados -las experiencias gubernamentales en la Unión Europea en las últimas decadas lo han mostrado con claridad. En España, socialistas y derecha introdujeron juntos hace años las doctrinas neoliberales (el límite del déficit) en la Constitución. La izquierda institucional aquí suele hacer lo que suele hacer toda la izquierda institucional Europea, lo que hizo también la izquerda “radical” de SYRIZA en Grecia: aplicar los dictámenes de los mercados y ser su aliado político ¿Cómo se puede esperar que este personal político ahora va a servir los intereses sociales?

Pero la política oficial española, aparte de lo mercados, tiene un segundo sostén: Una fijación paranoide crónica sobre la fuerza destructiva de ellos -“a por ellos” . ¿Quienes son ellos? Los tertulianos cada noche en la televisión española repiten: los independentistas, los pro-etaras, los populistas, los radicales. Al fondo quieren decir: los republicanos, a saber, los rojos. La angustia permanente del Estado Español es la resuscitación de la mobilización social  de los 30´ y por eso activa todo tipo de defensas -de violencias- contra todo lo que suena aquella mobilización. El pecado original de la Democracia Española, que es  la legitimación de la represión militar de los movimientos populares y obreros de la segunda República -y de miles de mujeres y hombres que querían llevar la palabra democracia hasta sus últimas consecuencias- se repite cada día mediante la persecución de cualquier disidencia política, ironicamente en el nombre del "Estado de Derecho". El partido socialista, - socialista y monárquico, híbrido extraño- ha pactado con el crímen y parece que  ja es parte de su historia, no de su condena. No sólo formó parte de la transición, sino que,  en los 80´, creó los GAL, y ahora elogia este “Estado de derecho”.  Gracias a estos pactos y elogios, la sangre de la II República se ha invisibilizado.  ¿Qué se puede esperar en este panorama? Res ipsa loquitur, decían los latinos. La cosa habla por sí misma.

2. politica, vida.

Ahora bien, si la gente llega a tener esperanzas por cualquier cosa, es porque el auto-engaño es una constante en nuestras vidas. Los humanos tendemos a ilusionarnos, aunque vivamos cosas que obviamente contradicen nuestra ilusión. La realidad  muestra que el Otro – el gran Otro  puede ser un  gobierno salvador, o qualquier figura que trasciende lo común,  que supuestamente sabe lo que no sabemos y nos puede dar lo que no tenemos- está aquí para repetirse, hacer lo que hacía siempre. Aceptamos  las  promesas de que este Otro nos va a tratar bien, que va a ser protector y cuidador. Y sabemos que eso no va a pasar, pero actúamos como si no lo supieramos. La falsa esperanza se acepta porque es un soplo de aire a la vida cotidiana, y es mas fácil buscar este aire, en lugar de asumir que en la vida y la política no hay nada que esperar de figuras milagrosas. El Otro está aquí para repetirse, quizás con buenas intenciones, pero  no puede escapar de su rol, o mejor dicho, el rol que le hemos dado. Así que lo que ahora se presenta como acontecimiento especial, no es sino una especie de constante retorno.

El momento dramático es cuestión de tiempo: Cuando la ilusión se descompone, empiezan los gritos, que el Otro ha traicionado la confianza depositada en él. Es el  grito del sujeto que se siente engañado, estafado, manipulado. Y aunque parece que se dirige hacía fuera, al fondo, se dirige contra la  propia ingenuidad  de este sujeto como víctima, contra su propia decisión de no ver lo que desde el principio ha sido obvio. ¿Cómo es posible en la vida política o fuera de ella  apegarse y someterse al mismo error , sólo porque ha cambiado las apariencias? No sólo es posible, sino que es lo que pasa mas a menudo. “Mitad víctima, mitad cómplice. Como todo el mundo” escribe el filósofo. Es una manera de sobrevivir, de seguir caminando . En  el mismo circuito, eso sí.


Así las cosas ¿es posible avancar? Lo es, pero desde otra perspectiva. No por la ilusión que genera la repetición cada vez que se disfraza de novedad, sino por el estado doloroso de la frustración que viene después,  y que enseña mucho, ya que las cosas revelan su modo de funcionar cuando fallan. El nuevo Gobierno, efectivamente, puede ser un avance:  lo será por la decepción que provocará y no por sus logros. Porque la acumulación de la frustración puede generar un giro. La desilusión es el momento de un posible (re)conocimiento: muestra que mientras no hay una crítica efectiva del  pasado, mientras no hay catarsis, habrá sólo repeticiones, falsas esperanzas y traiciones. Un pasado no tratado vuelve siempre en el presente bajo la forma de promesas anestesiantes y vacías. Pero en la política y en la vida hay que asumir la desolación de ser huérfano de idealizaciones para poder avanzar de verdad. Reconocer , por fin, que el discurso del gran Otro es siempre un fraude.  Y no es la supuesta inconstancia del Otro el origen del fraude - el Otro no es incostante, es repetitivo.  Es la inseguridad  del sujeto que le cree.

La caida de las expectativas deja una sensación  de desorientacion y al mismo tiempo un sabor de libertad. "Ahora, nada que esperar, nada que perder". No hay el  futuro que soñamos, no lo hay, y nunca lo habrá. Lo que sí que hay es un presente que se debe conquistar. La frustración muestra  que no se puede depender de las promesas del gran Otro, que siempre es huidizo, porque su perfección es imaginada... Conviene detectar las trambas de  las Arcadias felices en todos los campos, desde la política hasta el amor -tarea complicadísima, porque nadie puede vivir sin soñar.  Si se puede creer en el futuro, no es porque una figura excepcional  nos vaya a conducir a ello sino tejiendo complicidades con nuestras y nuestros semejantes, -con el otro no excepcional, digamos el otro con "o" pequeño- personas  radicalmente imperfectas como nosotras/os, y por eso aliados/as reales· menos de un futuro mejor, y más de un aquí y ahora compartido. 

Cuando se toma conciencia de eso, ya algo ha cambiado.

Τρίτη 20 Μαρτίου 2018

Love will tear us apart






1. La dialéctica del Amo y del Siervo.


El filósofo franco-ruso Kojève escribía que el ser humano en sus interaccciones es siempre Amo o Siervo. Interpretando al Hegel, comenta que cuando dos personas se encuentran, en cualquier relación social (profesional, laboral, amistosa, familiar, erótica), se desarrolla una lucha entre ellos por el “puro prestigio”. A saber, una lucha por obtener el reconocimiento del otro. Evidentemente esta lucha puede aparecer como transacción económica, conversación , o contacto amoroso. Al fondo siempre los humanos lo que buscan es ser plenamente reconocidos por los otros -este es el deseo fundamental que atraviesa nuestras vidas según la lectura de Hegel que hace Kojève.

Efectivamente, se puede criticar la idea de que la dimensión más básica de las relaciones humanas es la lucha por el reconocimiento. Las relaciones entre personas y seres se caracterizan también por la constante asociación y colaboración, y también la solidaridad. Pero la relación igualitaria del mutuo reconocimiento, emerge sólo a medida que se ha superado una fase mas primaria, que es la de la confrontación - del yo y del otro-, que es necesaria para que cada “yo” tome conciencia de sí mismo.

Sin los otros, sin la comparación, identificación o competición con ellos , es imposible tomar conciencia de los propios limites. Así que cuando dos personas se encuentran, hay siempre un primero acto de toma de posiciones , un intento de definir “quién es cada uno en relación con el otro”. Y eso porqué, -siguiendo autores como Hegel, Sartre, Althusser o Lacan– es mediante la mirada de la otra persona que el sujeto se auto-reconoce y toma conciencia de ser algo. Sartre dice : “La mirada ajena modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo produce como es, lo ve como nunca lo veré yo. El prójimo guarda un secreto: el secreto de lo que soy” Tomamos conciencia de lo que somos gracias a la voz del otro y la mirara del otro que nos interpela. Nos miramos cuando los otros nos miran. Por tanto , en cada encuentro hay algo de sorpresa, de susto, de precaución y de miedo, lo que Sartre llama una hemorragia interna. 

La “lucha por el prestigio” hegeliana  es resultado de esta hemorragia. Se basa en la pregunta “¿quién reconoce más al otro?” ¿Quién se encuentra en la posición de ofrecer más reconocimiento que lo que obtiene? Parece ,en otras palabras, que la gente, según la perspectiva Kójeve-Hegel, está atrapada en esta peculiar economía del reconocimiento .

En la metáfora hegeliana -llamémosla así – la persona que tiene más miedo, la que se siente menos segura en la relación entre dos seres acaba dando más que lo que recibe. El siervo se convierte en siervo porque en su confrontación con el otro tiene miedo a “no sobrevivir”. Hegel dice: miedo a la muerte durante la confrontación. El Amo por su parte se convierte en Amo porque su miedo es menor. Por eso el siervo se somete al Amo y trabaja por él. El Amo es Amo precisamente porque no tiene la necesidad de decir “sí” al otro a causa del miedo, no reconoce al otro en la misma medida que el otro le reconoce. El Amo gana poder y comodidad gracias al reconocimiento (material o “inmaterial”) que le ofrece el siervo. El siervo pierde su libertad para ganar su supervivencia – supervivencia física, social o psíquica…  Cada "Siervo" dice a su "Amo": “no puedo sin ti”.





2. El Amor visto desde esta dialéctica.

Hoy en día se habla mucho de la necesidad de des-idealizar el Amor, de promover un amor sin sufrimiento y dependencia, una amor sano y simétrico, diríamos un amor democrático. Es un este punto que la lectura del Kojève y de Hegel puede ser extremamente útil. Porque nos muestra que tal asimetría es, hasta cierto punto, inevitable. La asimetría es constitutiva del amor -aunque el amor no es sólo asimetría. El sentimiento de dependencia, y el reconocimiento desigual, no son accidentales. Son rasgos estructurales de una relación amorosa. Desde luego, no todas las formas de dependencia son iguales. Una cosa es pasar una temporada de duelo a causa de una separación y otra cosa muy diferente es, por ejemplo, suicidarse... Sin embargo la dependencia de alguna manera, o en algun grado, siempre existe. Es el sentimiento que conecta mi -ideal de- felicidad con tu presencia...

En este sentido , según el esquema de Kojève y Hegel el amor reproduce la dialéctica entre Amo y Siervo. Cuando dos personas se encuentran y la atracción mutua se manifiesta siempre se abre un interrogante: ¿Quién de los dos teme más perder al otro? Dicho de otro modo, la cuestión central del encuentro es para quién esta relación es imprescindible o más necesaria. Es decir, quién se siente más atrapado en la necesidad de estar con el otro. ¿Quién se vuelve loco o más ansioso ante la posibilidad de una ruptura? La persona que más teme, funciona, digamos, más como amante que como amada. Es “el Siervo” del relato hegeliano. La que menos teme y es más amada que amante es “el Amo” de este relato.

La persona que menos teme perder, menos se sentirá obligada por sus emociones a buscar al otro, a dedicar sus pensamientos, sus palabras y sus gestos a él. Es mas libre para vivir la vida fuera de este vinculo particular. La persona que está mas apegada, no tiene esta libertad. Necesita al otro como agua, y se siente obligada al buscarle como agua. Por cierto , nada impide que los dos miembros de la pareja se puedan desear y querer mucho, pero Hegel y Kojève no cuestionan eso: lo que plantean es que toda relación, incluida la relación amorosa, no puede sino ser una relación asimétrica a partir del miedo desigual que cada uno tiene por perder la aceptación, el reconocimiento , el interés del otro .

Hegel continua la descripción de la peculiar paradoja: el reconocimiento que gana el Amo por parte del siervo, no le ofrece satisfacción ya que es sólo el reconocimiento de un siervo. En cuestión de las relaciones amorosas eso quiere decir que una oferta intensa e apasionada de amor, provoca el desamor del otro. La aceptación, por ser tan plena, no motiva a la persona amada a buscar a su amante, porque el amante ya está siempre a su disposición. El amor se alimenta por la falta, por la ausencia de la plenitud, así que cuando alguien da todo lo que podría dar, la atención por parte la persona que recibe se desvanece.  El esfuerzo del Amante no nutre el interés del Amado sino su indiferencia. Y así surge un circulo vicioso: esta indiferencia aumenta la angustia del Amante que teme la ruptura...A causa de esta angustia aumenta sus esfuerzos que , a su vez, aumentan la distancia del Amado.

 La persona amada intuye quizás lo que Baltasar Gracián escribía sobre la admiración: la admiración a alguien revela las imperfecciones de la persona que admira, no las virtudes de la persona que es admirada. Así que cada ser amado que disfruta la admiración de su amante, se siente un poco cansado, o pronto así se sentirá, por tanta idealización, por tanto afecto. Los psicólogos de la “teoría del apego” (attachment theory) hacen una pregunta muy sincera en las entrevistas de evaluación psicológica: “¿Considerá Ud. que le sería fácil encontrar otra pareja si dejara su relación actual?” El apego total, se interpreta cómo signo de dificultad para crear vínculos alternativos. Triste noticia para los muy enamorados: el que renuncia su libertad para entregarse al otro, pierde su atractivo...

Deseamos al otro buscando ser deseados/as por él. No queremos sino ser queridos/as, y en consecuencia cuando nos sentimos plenamente queridos/as, ya estamos menos motivados/as para seguir queriendo. Ya que cada oferta de amor, es al mismo tiempo una demanda, el circuito del enamoramiento puede funcionar sólo a medida que no se satura, y no se satura cuando la oferta de amor no es abundante. Cuando esta oferta por una de las partes es plena, el amado recibe de antemano todo lo que podría desear, y eso le hace dudar. Quizás piense que lo que recibe no le ofrece la felicidad y tendría que buscar esta felicidad en otro lugar, en otros abrazos. El apego total por parte del amante conduce a la insatisfacción de la persona amada . Cualquier organismo humano que está en un territorio determinado y ve que este territorio ya no da para mas, necesita moverse. El Amado se va porque aquí ya tiene todo lo que hay. Por lo menos así cree...

Slavoj Zizek comenta, no me acuerdo dónde, el amor ilegal” de aquella persona casada, que espera el momento de su divorcio para vivir su amor con su amante. Su aventura está llena de pasión , y no deja de pensar en un futuro de felicidad. Sin embargo, cuando ya se separa y puede libremente disfrutar su nueva relación, descubre que ya no está motivada. Cuando ya lo tiene todo, se siente que este “todo” no vale tanto la pena. La atracción ha desaparecido, porque ya ha desaparecido la promesa, y la felicidad se debe encarnar en un crudo y real “aquí y ahora”...


3. El Amor Sin Amos y Siervos.


La competición por el reconocimiento caracteriza el amor, sin embargo, la relación dura cuando esta competición se vuelve mas limitada y menos rígida. El vinculo dura -sin que sea un vinculo de dominación pura- cuando la “servidumbre” del amante no está de todo dada, cuando el Amado no puede estar totalmente seguro de la entrega total del otro -cosa que le conduce a ser, él mismo, Amante. Dicho de otra manera el vinculo se mantiene a medida que cada uno es amante y amado al mismo tiempo. Y se podría decir que a medida que la ruptura puede aparecer por ambas partes, mayor estabilidad tiene el vinculo. La medida de la viabilidad de la relación amorosa es su bidireccionalidad, el nivel de mutuo reconocimiento.

¿Qué nos puede aproximar al mutuo reconocimiento? ¿Qué es lo que al final hace que el amor dure, ya que, al fin y al cabo, la “competición por el reconocimiento” hegeliana constituye y al mismo tiempo socava el amor? Efectivamente, en cada relación amorosa, los cuerpos tienen un papel determinante. El encuentro sexual, “sella” la relación amorosa, funciona como una prueba de que tal relación existe. Cuando esta prueba se entrelaza con las pruebas que ofrece el lenguaje, la afirmación se vuelve aun mas significativa. Pero, para decir la verdad, ni el sexo -que no es una prueba de amor- ni las palabras -que se las lleva el aire- son pruebas de una potencia que pueda vencer el tiempo. ¿Se puede pensar una fuerza que permita que el amor se sostenga, sobreviva y dure?


El amor, -dice A. Badiou- es fiarse del destino, dejando al lado los cálculos de reciprocas ventajas y desventajas. Es estar presente a una nueva revelación del mundo, que es experimentar las cosas desde otra perspectiva, descentrada, que no se basa en la mera supervivencia personal...Pues, bien, veo que la fuerza que permite esta confianza es la ternura. Pienso que la ternura no busca las virtudes imaginarias del otro, no idealiza, sino abraza la imperfección de la persona amada y también la imperfección de la relación, abriendo así un espacio para acariciarlas, aceptarlas, disfrutarlas. Convierte el crudo “aquí y ahora” en un lazo duradero porque ya no pesa la esperanza de un futuro mejor, sino que pesa la aceptación mutua de la realidad y de la fragilidad de cada uno. Siempre me gusta volver a Luce Irigaray, que habla de una filosofía de la caricia, que es una invitación al reposo, a otro modo de pensar, percibir y ser, mas calmo y menos utilitario. La ternura es el amor en reposo . Se puede decir que este amor en reposo es el que puede durar y, en consecuencia, está más cerca -o es parte fundamental- de lo que solemos llamar “amor verdadero”.

Se trata quizás del horizonte de todo afecto y deseo. Lo experimentamos de una manera precaria, y a veces, creemos que casi lo tocamos, pero luego vemos que otra vez nos escapa. Todo encuentro erótico, y todas nuestras obras y relaciones en general, buscan llegar a este horizonte, que con el tiempo puede tomar el color de un sueño inalcanzable. Pero no tenemos otra opción, hay que seguir adelante. Sammuel Beckett escribe: “Ever tried. Ever failed. No matter. Try Again. Fail again. Fail better.” Intentalo. Fracasa. Intentalo otra vez. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.